miércoles, 19 de abril de 2023

T. VOLUNTARI@S: Literatura Creativa



 "Los tres al rescate", por Jesús González Estévez




Los/as participantes del taller de literatura creativa de Luca de Tena, han recopilado sus escritos en un libro que les gustaría compartir con todos/as nosotros/as. Cada semana, se publicarán sus escritos en nuestro blog, para compartir reflexiones y entretenimiento. Esperamos que os guste.


"Erase una vez, en un pequeño pueblo, un niño llamado Juan que vivía con sus papás, la hermana menor Helena y Valentín, el hermano mayor. A Juan le encantaba volar cometas, pero resultó que una tarde mientras jugaba, un gran golpe de aire le arrastró hacia el cielo colgado de una de ellas. A los gritos del padre pronto acudieron la madre y Valentín. La situación puso a los padres muy nerviosos y les causó gran preocupación, pero al ver a su hermano sobrevolando los árboles, Valentín muy valiente, les tranquilizó diciéndoles que no se preocuparan, que él con la ayuda de sus amigos Pepe y Ramiro, traería a Juan, sano y salvo de vuelta a casa. Dicho lo cual partió raudo a buscar a sus vecinos y colegas. Una vez juntos, sus cabezas no dejaron de producir ideas, muchas de las cuales fueron desechad as por imposible s o por falta de medios. No tenían tiempo de construir una escalera que llegara hasta el cielo por la que pudiera bajar Juan. Tampoco disponían de un globo como el que aparecía en aquel libro que los reyes le habían traído a Ramiro, y para utilizar una nave espacial, había que ir a comprarla demasiado lejos. Pero al cabo de un rato Pepe comenzó a decir que sí, que era verdad, que no tenían un globo como el del libro, pero que, a lo mejor, si inflaban todos los que habían comprado en las fiestas de aquel verano, los cosían fuertemente a la chaqueta de Valentín, con su ayuda y la de sus tres cometas, Valentín podría navegar por aquellos cielos hasta encontrar a Juan. A falta de otra idea mejor, los tres se pusieron manos a la obra. Con las bombas de sus bicicletas inflaron todos los globos que pudieron encontrar. Marta, la hermana mayor de Ramiro les ayudó a coserlos al chaquetón de invierno de Valentín, que, de acuerdo a lo planeado con la ayuda de las tres cometas, no tardó en elevarse por encima de las casas del pueblo en busca de su hermano, mientras, Pepe y Ramiro iban soltando cuerda, temerosos de que se terminase antes de que Valentín pudiera encontrar a Juan. Los padres de los dos hermanos no lo podían creer, cuando vieron a su segundo hijo desaparecer entre las nubes camino de lo desconocido. Ahora ya no tenían solo un hijo en el aire, si no que tenían dos, para evitar tener tres, la madre cogió de la mano fuertemente a la pequeña Helena, con lo decidida que era no dudaría de unirse a sus hermanos a la primera oportunidad para ayudarlos. Pepe y Ramiro no fueron de gran ayuda cuando se unieron a ellos diciendo que se les habían terminado las cuerdas de las cometas, y que Valentín navegaba por los cielos libremente en busca de Juan, pero que no se preocuparan porque los dos hermanos pronto estarían de vuelta. La situación en tierra terminó de empeorar definitivamente, cuando Pepe y Ramiro forcejeando por quién debería hacer el seguimiento visual de los náufragos estelares, con el catalejo que a que a Juan le había comprado en la feria su abuelo, lo rompieron perdiendo con ello todo contacto visual con el rescatador espacial y con su futuro rescatado. Ignorante de cuanto había empeorado la situación en tierra. Valentín disfrutaba de lo lindo. ¡Qué bonito era todo visto desde allí arriba! Árboles, casas, ríos, montañas, tractores. Volar como los pájaros ¡qué maravilla! Todo era mucho más pequeño, las vacas parecían perros, los perros gatos, las personas enanitos y los tractores hormigas. Pero la expectación no tardó en convertirse en inquietud, allá en el horizonte, aparecía una gran nube negra, en el interior de la cual era imposible ver nada. Ante el temor de que allí dentro todo fueran rayos, truenos y relámpagos, nuestro intrépido astronauta comenzó a inquietarse un poquito. Si volvía a casa sin Juan, papá y mamá, aparte de regañarle por ello, continuarían estando muy tristes y preocupados. Lo desesperado de la situación obligó a Valentín a agudizar el ingenio y la vista. No tardó en divisar a lo lejos una luz muy brillante que aparecía y desaparecía. Al principio no le prestó gran atención, pero a falta de otros indicios se concentró en ella. ¿Se trataría de un monstruo del espacio?, ¿sería un avión de aquellos cuyas luces veían durante las noches?, pero, aunque estaba lejos, era muy pequeño para ser un avión. Se tranquilizo y controló sus temores, cuando se convenció de que, en el espacio, y encima de su pueblo, no podía haber monstruo alguno. De manera que eso tan pequeño solo podía ser su hermano Juan haciendo señales con la linterna de juguete. Pero ahora el problema era como llegar a él. No podía alcanzarle nadando en el espacio, entre otras cosas porque él, no sabía hacerlo, ni en el agua del rio. El tiempo pasaba y el aire les mantenía flotando sin que ni se alejaran, ni se aproximaran. Cuando de nuevo comenzaba a desesperar, la situación vino a complicarse con un gran susto. Algo comenzó a enrollársele en los pies, ¿sería un tentáculo de un habitante siniestro de aquella oscuridad que amenazaba con engullirlos a su hermano y a él? La incipiente preocupación cesó cuando fue capaz de darse cuenta de que aquello que le sujetaba por los pies, no era otra cosa que la cuerda de la cometa con la que su hermano navegaba hacia el interior de la tormenta. Ató la cuerda a su cinturón y una vez estuvo seguro de que no volvería a perder a Juan, comenzó más tranquilo a pensar en cómo resolver el problema de acercarse a él. Su primer intento fue un exitoso fracaso porque tirando de la cuerda solo conseguía que las cometas navegaran en dirección a la nube negra que tantos temores le suscitaba. La solución no podía ser que los dos se perdieran en su interior, pero si esa no lo era, ¿cuál sería? Hacía ya tiempo que notaba que no tenía nada que le uniera a tierra, de manera que de allí no podía esperar ayuda alguna. ¿Qué podría hacer para salir de aquella situación? ¡Anda! ¡Claro! ¡Sí! Lo había visto en aquella película de la tele. ¡Tenía que soltar aire! Así, unos valientes habían bajado el globo en plena tormenta. ¿Pero cómo? Tanto el chaquetón, como los pantalones y todos sus bolsillos embolsaban mucho aire, pero no podía tirarlos, se moriría de frio y menuda regañina cuando llegara a casa sin ellos. Si se quitaba la chaqueta perdería los globos y se caería. ¿Se caería? ¡Claro! Esa era la solución, pero, ¿cómo? Sin pensarlo dos veces, se sujetó firmemente a las cuerdas de sus cometas y a la de su hermano, sacó del bolsillo un soldadito de plástico y con su espada pinchó el primer globo. ¡Vaya! parecía que pudiera funcionar, había notado como un pequeño descenso, no gran cosa, pero aún le quedaban unos cuantos globos que pinchar. Cuando hubo repetido la operación algunas veces más, la alegría inundó su cara. ¡Sí! estaba bajando y su hermano le seguía. El problema ahora era que no iban hacia el pueblo, pero desde abajo no tardarían en darse cuenta de ello e irían a buscarlos allí donde cayeran. Una hora después, el tractor del padre de Pepe era un nido de alegría, todos hablaban felices a la vez sin escucharse los unos a los otros y se abrazaban risueños a los dos primeros viajeros espaciales del pueblo. El único que no parecía disfrutar tanto como los demás era Juan, que protestaba con la boca pequeña porque no le habían dejado llegar a la luna ¡Y mira que había estado cerca! Y colorín colorado este cuento se ha acabado".



Jesús González Estévez. Madrid 3 de abril de 2020 




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