LITERATURA CREATIVA: " CUENTO SIN HADAS".
EL CANTO DE LOS PÁJAROS
Los niños ya no ven otra vez surcar a los pájaros ni a las hadas volando contentas los cielos
al alba. Yo era pequeña cuando sucedieron los hechos.
Al recordar, el olor de las cercanas huertas
vienen a mí llenándome de fuerza, de ganas de correr, de gozar de aquel sol cálido de primavera.
Era como si todo el firmamento se llenase de vida.
Los gorriones, los jilgueros, los pájaros en general, llenaban de armoniosas olas y trinos las cosechas con sus dorados trigales,
alimentando el entorno de mi pequeño pueblo.
Pasaba el tiempo, esta armonía se truncaba, o era mi crecer por dentro, que iba madurando como
los frutos de las huertas. Veían mis ojos de otra manera a los gorriones saltando desesperados
tratando de escapar de las trampas de las redes que los hombres les ponían para llevar sus
cuerpecitos a su familia. Pensaba: no son humanos. O quizás eran demasiado humanos, por eso
sentían el hambre atroz que había traído aquella maldita guerra, que hacía que los hombres se disputaran los pájaros como el alimento de las escasas huertas.
A mi inocente edad pensaba: Si los pájaros no
están, ¿quiénes nos van a alegrar con sus cantos? Ellos no hacían mal a nadie, quizás a algún
hortelano, los más atrevidos que no tenían miedo a los espantapájaros picoteaban alguna fruta,
pero eso era porque tenían hambre.
También había niños que no eran malos y hombres que quitaban tomates, higos; pero solo era el hambre
que retorcía las tripas. Si no hubiera existido esa guerra de la que hablaban los mayores en voz
baja, los niños no habrían tenido que ir a escondidas a las huertas a robar fruta y verduras…y los
pájaros no hubieran sido liquidados en las redes para alimentarse.
¡Qué mundo tan
extraño eran para mí los mayores! ¿Por qué les gustaba cazar a los pájaros, y encerrar en las en
cárceles a los hombres?
Al padre de una amiga lo tenían encerrado. Yo no entendía entonces el por qué de aquellos hechos.
Actualmente con el “bichito”, las crisis que hay de paro y mi madurez sobrada, se me han
presentado aquellos años de la posguerra, por los problemas de hambre: hombres buscando
empleo, niños famélicos que no comen lo necesario.
En mi mente se ha despertado el recuerdo de la niña que un día iba en brazos de su madre porque
no se sostenía de pie, era de mi edad. Su imagen se me quedó grabada, sus piernas torcidas como
alambres, su cabeza era enorme y su abultado abdomen. Yo no podía comprender aquella
deformidad. Mi madre se dio cuenta que no despegaba mis ojos de ella, dándome un tirón de la
mano me regañó: yo no comprendía esa regañina. Ni la deformidad de la niña. Ella me miró muy
seria, apretó mi mano y comprendió mi turbación; me explicó: Esa niña está raquítica. Enferma.
No tiene suficiente alimento, por eso está así. "Nosotras, y mis amigas, tampoco tenemos mucho
que comer y no estamos así” “Tenemos lo suficiente, no todo lo que queréis, pero suficiente.
En lo sucesivo no debes mirar de esa manera, a los niños que veas así, le puedes hacer daño". “De acuerdo mamá”. Estaba deseando
contárselo a mis amigas.
Y durante días, con una cuerda una nos medíamos la cabeza, por si de
hambre nos crecía la nuestra.
En el momento actual, cuando hablan de hambre por TV, y nos presentan a los niños desnutridos,
veo muy cerca mi infancia. Y pienso que hay progreso en algunas cosas pero seguimos igual en
la lucha contra el hambre: lucha por el poder, envidias, guerras, miseria…
Aquellos días de mí infancia, vuelvo a ver a los pájaros en mi retina luchando por salir de las
redes para no ser comidos; y a los niños saltando las huertas; y a los hombres las vallas de las fronteras para saciar su hambre. Ha pasado mucho tiempo y me pregunto otra vez ¿Volveremos a
conocer los españoles, aquellos años de hambruna de la pos guerra Civil?
A la cabeza me vienen las
imágenes que vivimos “pos pandemia “de esta guerra que está destruyendo tantas vidas y negocios
para la subsistencia del hombre mundialmente.
No quisiera volver a ver a los niños con la cabeza y el vientre abultado por no tener que llevarse
nada a las tripas como los de entonces y los del tercer mundo cruzando las fronteras, cuando pase
esta guerra del Covid-19. Si es que salimos de ella. Ni la lucha de pájaros, niños y hombres por los
frutos de los huertos, allá en los pueblos para saciar el hambre.
Y les pregunto a las Hadas ¿Pueden los niños de las ciudades soñar en competir con los pájaros en la
magia de los hurtos de los huertos si en las ciudades no los hay?
¡Oh no! Ahora las huertas del hambre, en las ciudades y pueblos desde el confinamiento, son
televisadas. Reparten sus cosechas elaboradas la Cruz Roja y organizaciones solidarias.
¿Y a los pájaros los habrán protegido las hadas o se esconden para no ser engullidos por los
humanos, como en mi niñez?
Estoy a punto de rendirme, de cerrar los ojos y no seguir escribiendo más historias como la de los
pájaros, de dolor, de hambres. De tapar mis oídos para no escuchar el llanto y los quejidos
constantes de las imágenes y fotos tan trágicas con que nos bombardean los medios de
comunicación…
...Pero una voz me dice: continúa con los relatos del presente.
JUANA BERMEJO
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