lunes, 11 de enero de 2021

A. CULTURAL: recomendación

RECOMENDACIÓN LITERARIA.                                                                                 




Hoy,  Charo Ángulo, nuestra Voluntaria del taller de Lecturas Compartidas en el CM Casa del Reloj, nos recomienda esta obra  para que pasemos un rato disfrutando de esta lectura, además de dejarnos estas frases para reflexionar sobre la lectura de libros. 



¿Abandonar la lectura de un libro o no?, esa es la cuestión (Shutterstock). 
Muchos lectores y lectoras pueden abandonar libros sin culpa. Pero hay otra estirpe, incapaz de dejarlos antes de llegar hasta la última línea. ¿Cuándo abandonar un libro? ¿Y cuándo darle una segunda oportunidad? Las conductas lectoras suscitaron opiniones de voces literarias como Jorge Luis Borges y Julio Cortázar. Infobae Cultura consultó a los escritores Martín Kohan, Esther Cross y Luis Chitarroni, así como a Florencia Ure, creadora del club de lectura Pez Banana.
 Debatirse entre abandonar o no un libro. Una disyuntiva que en algún momento suele aquejar a lectores y lectoras y que rebasa géneros, autores y soportes. Borges, lector incansable,       aseguró que “la lectura debe ser una de las formas de la felicidad”. Durante sus épocas de        profesor de Literatura Inglesa en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y les aconsejaba a sus    estudiantes: “Si un libro les aburre, déjenlo; no lo lean porque es famoso, no lean un libro porque es moderno, no lo lean porque es antiguo”.
Para Esther Cross, cada lector o lectora puede trazar con libertad su propia biografía “en ese    enorme universo disponible de los libros que siempre se va agrandando”. A veces, apunta Luis    Chitarroni, “no estamos en condiciones para el encuentro o para el abandono, nosotros ni el        libro. Tiene que haber una especie de acuerdo previo: es un acto de amor”.
Martín Kohan, quien termina todos los libros que empieza, advierte que la exigencia de lectura        aparezca “como desvalor frente a entretenimiento”. Cuando un libro merece ser leído, “o uno        desearía leerlo y falla, yo como lector dirijo la interrogación hacia mí mismo”, señala. Ure Postela en tanto que “la comunión con un libro vaya a saber de qué misterio depende y no siempre se alinean los planetas como para que ocurra”.
Leer, una pasión que no tiene edad (Shutterstock)
Cortázar, por su parte, llegó a lamentarse de haber atravesado una etapa de obsesión por terminar los libros. “He leído muchos novelones y muchos libros de poemas insoportables, confiando siempre que en las últimas diez páginas encontraría el gran momento, algo que rescataría la totalidad de la obra”, confesó el padre de Rayuela.
   “Alguna vez pudo haber sucedido, pero en la mayoría de los casos, cuando cincuenta páginas de un libro son malas, es difícil que el resto las salve. Es como un match de box: si hay una primera mitad que es mala, sólo un milagro puede cambiar la cosa en la segunda mitad”, opinó.
 Tanto por el lector como por el libro, Esther Cross acuerda con Borges. “La lectura forzada no le hace un favor a nadie. Al lector, por razones obvias. En cuanto al autor: no creo que a nadie le guste ver a un pobre lector esforzándose para leer lo que escribió, seguramente con entusiasmo”.


Javier Cercas,  "La velocidad de la luz"

Ésta es la historia de una amistad, una amistad que empieza en 1987 cuando el narrador, un joven aspirante a novelista, viaja a una universidad del Medio Oeste estadounidense y conoce a Rodney Falk, su compañero de despacho, un ex combatiente de Vietnam huraño e inabordable, ferozmente lúcido y corroído en secreto por su pasado. Pero ésta es también la historia de una experiencia radical en el abismo indescifrable del mal y la culpa, que el propio narrador sólo logrará entender y asumir años más tarde, como en una fulguración, cuando conozca el éxito y lo que éste tiene de corrupción insidiosa. Para entonces la figura imprecisa de Rodney y su historia devastadora acabarán imponiéndosele con la fuerza de lo necesario, como un emblema de su propia historia, y acaso de la condición humana. Con una escritura de engañosa transparencia y una trama que no da tregua al lector, La velocidad de la luz indaga en nuestra ilimitada capacidad de hacer daño, en la infinita estupidez de la guerra y en la infinita estupidez del éxito, pero sobre todo en el poder definitivo de la literatura para enfrentarse a la realidad y exorcizar sus demonios.






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