viernes, 13 de noviembre de 2020

T. VOLUNTARI@S: literatura creativa

 TALLER DE LITERATURA CREATIVA  ¡¡BIENVENID@S!!               

Desde este taller, convertido en virtual por las circunstancias que han hecho cambiar a estas maneras de exponer nuestros trabajos creativos, queremos compartir por este medio una cestita de rosas creadas con palabras bellas, sembradas con hondo placer en estas creaciones, y que al compartir en la web les perfumen y acaricien las palabras pintadas. Personalmente, quiero expresarles que, a nuestro grupo, la escritura nos hace más libres cuando sembramos el sentir de la vida y leemos que lo germinado va creciendo, dando vida a lo que escribimos en los surcos. En estos momentos por los que todos/as pasamos, queremos deciros a los/as que nos lean, que en nuestro taller, al crear y leer nuestros relatos, hemos viajado por el mundo, volando con la imaginación al crear maravillosas historias, reales o de ficción. Ya se que solo somos aprendices de crear historias. Esperamos que quien nos lea se emocione con su lectura tanto como nosotr@s al crearlas. 

Juana Bermejo Mateos, Noviembre 2020

COSAS DE LA VIDA

José ha vuelto hoy al pueblo de sus abuelos. Han pasado veinte años desde que sus padres se quedaron a vivir en Madrid. Con frecuencia han ido a pasar las vacaciones con sus abuelos. En esta última visita ha ido a consolar a su abuela. 
José al llegar, entreabrió la puerta de la habitación donde siempre le recibía su abuelo con el mismo sigilo que cuando era pequeño, conteniendo la respiración, esperando encontrar la fuerte silueta recortada de él en el contraluz de la ventana con los brazos abiertos para refugiarse en ellos. Le parece escuchar su fuerte vozarrón, que al dirigirse a él siempre dulcificaba a su nieto. ”Pasa”, le pareció oír,  mientras las lágrimas inundaban la vista del joven licenciado en medicina, que piensa que el tiempo le ha jugado una mala pasada. Siempre había creído que los mayores nunca reparaban en él, a veces se sentía un niño invisible, y lo aprovechaba para aguzar el oído con respecto a los abuelos, que siempre hacían los mismos comentarios. “Estos niños de ciudad están mal educados, los padres están tan ocupados trabajando siempre fuera de casa”. Le contaba a su abuela. Ella decía:“eres tan serio José”. Él, al escucharla pensaba, que su abuelo era lo más divertido del tiempo que pasaba con él en su infancia, cuando aquel hombretón, con voz de trueno y sonrisa de niño pícaro, le abría con cariño sus alas y él sabía cómo se encontraba de ánimo. Ahora en la habitación silenciosa las imágenes de su abuelo desfilan por las niñas de sus ojos como el día aquel cuando tenía 6 años. Su abuelo, que era el sacristán, le subió al campanario de la iglesia para que viera el panorama del pueblo desde la altura de la torre. Ese día cuando bajó, iba tan nervioso de emoción para contárselo a otros niños, que no vio a un vagabundo que estaba pidiendo en la puerta de la Iglesia, con tan mala suerte que tiró al hombre hiriéndole en una pierna. Su abuelo le regañó y los tres se dirigieron a la farmacia para comprar vendaje para curarle. Todos estos pensamientos pasaban por su mente mientras subía la persiana donde ahora, con el espacio vacío donde se cobijaba con su querido abuelo, le remuerda su sentir por no haber estado a su lado en los últimos momentos y ni siquiera haber podido llegar a su entierro. 
Se sentó en el sillón, suspiró hondo, abrió el cajón donde el abuelo guardaba libros misteriosos que le dijo que cuando fuera mayor serían para él, y los cogió como un tesoro. Se miró en el espejo para ver sus ojos y comprobar que eran como los suyos. Luego recordó como el día que él atropelló al mendigo, su abuelo le ánimo para que estudiara medicina, para que curara a la gente que con sus nervios iría atropellando. Era una broma pero que él tomó en serio. José, triste por no haber estado en los últimos momentos ni poder hacer nada para salvar del covid19 a su ser querido por el confinamiento, le queda el consuelo de saber que en la hora que moría su abuelo, él salvaba otras vidas. 
El joven médico, todo compungido, regresa al espacio donde el resto de los familiares acompaña a la abuela, comentándole que son cosas que tienen que pasar en la vida. Entonces a José le parece oír la voz de su abuelo el día que a este, como muchas otras veces en que le veía leyendo, le preguntó: "Abuelo, ¿qué lees?” y con suave voz su querido abuelo contestó: “Cosas de la vida”. 

Juana Bermejo Mateos 2020

1 comentario:

  1. Gracias a Juana y compañeros/as por la bienvenida al taller. El texto es melancólico, aunque encierra mucha belleza.

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