SAN ISIDRO 2021: Rosquillas y origen de San Isidro.
El origen de las rosquillas del santo se remonta al antiguo Imperio Romano, época en la que su elaboración se extendió a buena parte de Europa y de la cuenca mediterránea.
Si en Madrid es todo un clásico comerlas en San Isidro ,tal vez sea ‘culpa’
de la Tía Javiera,
personaje que puede que existiera, puede que no, pero que hoy forma parte
del imaginario popular
madrileño.
Dicen que procedía de Fuenlabrada o de Villarejo de Salvanés , pueblos ambos con gran tradición rosquillera. Hasta Madrid venía, allá por el siglo XIX, a vender sus dulces con motivo de la romería que ya entonces se celebraba en la pradera de San Isidro en honor al patrón de la ciudad.
Parece ser que
las suyas eran las mejores: no llevaban azúcar en la masa, sino aguardiente, y
estaban empapadas en un jarabe que dejaba secar para atarlas mas tarde con una
guita (cuerda delgada de cáñamo). La Tía Javiera, que no tuvo hijos pero sí un
buen número de imitadores, siguió siendo popular después de su muerte gracias a
la literatura,
que nunca se olvidó de ella. Recordemos a Ramón Gómez de la Serna: “Pronto no habrá, ¡chachipé! / en Madrid
duque ni hortera / que con la Tía Javiera / emparentado no esté”.
En la actualidad
existen cuatro tipos
de rosquillas del santo. Las más famosas son las tontas, sin glaseado
alguno, cuyo origen se remonta a la Edad Media, y las listas, cubiertas de un
baño de azúcar y limón, con un característico color amarillo.
Pero también las
hay de Santa Clara,
que se empezaron a elaborar en el Monasterio de la Visitación y se sirven
cubiertas de merengue seco blanco, y las francesas, que nacieron de los caprichos de
la reina Bárbara de Braganza. Para ella el cocinero real ideó una receta con
almendra picada y azúcar por encima.
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